Incluyo este post de urgencia porque hace una hora que podría estar muerto (y no exagero lo más mínimo).
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Estábamos en el comedor de la Pensión Roma (El Cairo) navegando con los portátiles. Por suerte Nieves había ido un momento a la habitación cuando a tres metros de mi mesa se ha desplomado parte del techo a causa de unas obras que hacían en el piso de arriba (de la propia pensión) y junto con el techo y los escombros ha caído uno de los albañiles destrozando por completo la mesa y las sillas que estaban debajo.
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Mi primera reacción ha sido de estupefacción y no he “despertado” hasta que me ha cubierto la nube de polvo (salvando las diferencias, me ha recordado a las imágenes del desplome de las torres gemelas). Cuando he reaccionado me he apartado de la nube de polvo y al poco tiempo he vuelto para sacar los portátiles (parece mentira pero siguen funcionando pese al polvo que han tragado). Literalmente me he quedado blanco, no del susto si no del polvo.
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En caliente no lo piensas tanto, ni siquiera te asustas, pero ya en frío y tras haberme duchado y cambiado de ropa te das cuenta de lo cerca que has estado y tanto Nieves (que ha alucinado cuando ha visto el panorama) como yo aún estamos impactados porque si nos llegamos a sentar dos mesas más allá no lo contamos (por suerte no había nadie sentado debajo y el albañil sigue entero, aunque quizás con algunas costillas rotas).
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Por si se me empezaba a olvidar, lo que ha pasado hace una hora me ha recordado el porqué de este “año sabático”. La vida puede acabar en cualquier momento, sea porque se te cae un techo encima, sea porque “te quedas” en la carretera un fin de semana o sea por una enfermedad fulminante. Siempre he pensado que moriré relativamente joven, pero c*ño, espero llegar al menos a los 50.
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En fin, lo que cuenta es que estamos bien. Hechos como este te demuestran que no hay que preocuparse tanto si vuelas, navegas o te desplazas de cualquier manera, ya que la muerte te puede llegar estando sentado en el comedor de casa.
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Estábamos en el comedor de la Pensión Roma (El Cairo) navegando con los portátiles. Por suerte Nieves había ido un momento a la habitación cuando a tres metros de mi mesa se ha desplomado parte del techo a causa de unas obras que hacían en el piso de arriba (de la propia pensión) y junto con el techo y los escombros ha caído uno de los albañiles destrozando por completo la mesa y las sillas que estaban debajo.
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Mi primera reacción ha sido de estupefacción y no he “despertado” hasta que me ha cubierto la nube de polvo (salvando las diferencias, me ha recordado a las imágenes del desplome de las torres gemelas). Cuando he reaccionado me he apartado de la nube de polvo y al poco tiempo he vuelto para sacar los portátiles (parece mentira pero siguen funcionando pese al polvo que han tragado). Literalmente me he quedado blanco, no del susto si no del polvo.
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En caliente no lo piensas tanto, ni siquiera te asustas, pero ya en frío y tras haberme duchado y cambiado de ropa te das cuenta de lo cerca que has estado y tanto Nieves (que ha alucinado cuando ha visto el panorama) como yo aún estamos impactados porque si nos llegamos a sentar dos mesas más allá no lo contamos (por suerte no había nadie sentado debajo y el albañil sigue entero, aunque quizás con algunas costillas rotas).
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Por si se me empezaba a olvidar, lo que ha pasado hace una hora me ha recordado el porqué de este “año sabático”. La vida puede acabar en cualquier momento, sea porque se te cae un techo encima, sea porque “te quedas” en la carretera un fin de semana o sea por una enfermedad fulminante. Siempre he pensado que moriré relativamente joven, pero c*ño, espero llegar al menos a los 50.
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En fin, lo que cuenta es que estamos bien. Hechos como este te demuestran que no hay que preocuparse tanto si vuelas, navegas o te desplazas de cualquier manera, ya que la muerte te puede llegar estando sentado en el comedor de casa.